Les quiero compartir la columna de Joselo publicada en el periódico Excélsior, justo algo similar pensaba y venía meditando hoy por la mañana al salir de casa, con un atuendo similar!
crockNICAS MARCIANAS
En defensa del chavorruco
Joselo
03/04/2016
Hace unas semanas me compré unos tenis Vans de bota. Los vi en un aparador y me metí a probármelos y ya no me los quité: me los llevé puestos. Hacía años que no usaba unos. Mientras caminaba me vinieron flashbacks de muchas cosas que hice en el pasado, ninguna de las cuales tenía que ver con el deporte.
Cuando mi mujer me vio con mis tenis relucientes me dijo: “Pareces adolescente”. Me vi en el espejo y claro que no parecía adolescente: parecía un chavorruco. Traía puestos unos pantalones militares color verde olivo y una camiseta negra. Sólo me faltaba la patineta.
Me dieron ganas de guardar los tenis en el lugar más recóndito del clóset, pues ser un chavorruco es la cosa más denigrante que puede haber en la vida, pero me seguí viendo al espejo y me dije: ¿Qué? ¿Por qué me voy a quitar estos tenis? ¡Si así me he vestido toda mi vida! Si alguien tiene la culpa son los chavitos que se visten como yo, como ancianos.
Chavorruco es, por definición, una persona ya grande que se comporta como un chavito. Por la música que escucha, su forma de hablar, las cosas que hace o quiere hacer, que anda ligando gente más joven. Esto aplica para hombres y mujeres: chavarruca o chavorruco, pero lo mas notorio es en la ropa. No sé los demás chavorrucos, pero en lo que a mí se refiere siempre me he vestido de la misma manera o parecido. Chamarras de mezclilla, y de cuero. Mis sacos de vestir que uso hasta que se caen a pedazos; los pantalones militares, a veces muy holgados, otras más pequeños; ahí están los jeans negros entubados; los tenis Converse, los Vans; las Dr. Martens; las camisetas negras, los backpacks.
Tengo un trabajo que no me exige un código de vestimenta. No tengo que ir de traje y corbata, pero a veces me subo así vestido al escenario. La corbata se las debo, porque nunca aprendí a hacer el nudo. Si me dan ganas de usar una le pido a mi hermano Quique que me ayude. Él sí sube con ese accesorio a tocar. Rubén, también.
Puedo vestirme como quiera, pero estoy seguro que si tuviera un trabajo con una exigencia formal, al terminar mi jornada laboral volvería a la vestimenta más cómoda. Es la ropa que conozco, es la ropa con la que crecí. Supongo que toda la gente de mi edad hace lo mismo: se quitan el traje y los zapatos y regresan a ese atuendo. O los sábados y domingos, porque entre semana sólo llegan a dormir. Si el susodicho es un roquero, ¿por qué estaría mal que se ponga la camisa negra con el estampado de su banda favorita?, ¿por qué está mal que se ponga unos pants de la marca que más le gusta?, ¿por qué no puede usar colores llamativos (mayativos, dicen) si era raver en su juventud y sus pupilas están acostumbradas?
El chavito, desde su arrogancia, no sabe que mucha de la música que escucha, la ropa que trae puesta, “su” moda, se usó hace miles de años. Incluso ha dado ya varias vueltas. Algunas de esas modas las dejará atrás, pero otras se le hará lo más normal conservarlas y, de repente, se dará cuenta (si es que le pasa) que ya no es el mismo jovencito de ayer, pero sigue vestido y comportándose igual.
Crecer, hacerse viejo, es muy extraño. Se los digo yo: no te das cuenta. How did i get here? canta David Byrne en Once in a Lifetime, de los Talking Heads. Y no se trata de madurez, sino de otra cosa. Conozco gente muy responsable que conserva intacta su pasión de juventud o de niñez: su afición por el futbol americano, por los cómics, por los videojuegos, por el rock.
Cuando te ves en el espejo ves a la misma persona, con los mismos gustos de siempre. Sé que es divertido decirle a alguien chavorruco, burlándose de él. Yo lo hice. Supongo que pensaba que iba a ser eternamente joven.
La mamá de mi amigo Jorge El Negro Hipólito tiene una frase que queda perfecto para terminar: “Como te ves me vi, como me ves te verás”.
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